«Ojalá que me alcance la vida…»

Vivir con calidad, partir con dignidad: la batalla de Ariadna

Por: Gladys Navarro 

La Paz, Baja California Sur, 29 de mayo.- Está sentada bajo la sombra de los árboles de la cafetería. Eligió un largo vestido blanco de manta suave que va perfecto con su cabello rizado que ya volvió a crecer, tras sus quimioterapias. Su rostro irradia luz y serenidad. Algo llama la atención. En sus orejas porta unos aretes peculiares: tienen grabado el árbol de la vida. Allí están sus largas raíces, como símbolo de arraigo y resistencia, de su lucha contra el cáncer…y por la dignidad. 

Ariadna Pico es mujer, científica, exfuncionaria ambiental, activista por los derechos de las mujeres, por su derecho a la salud y ahora también por el derecho a una muerte digna. Vive su tercer año como paciente oncológica. Sigue siendo tejedora de sueños y conquistadora de batallas, y hoy libra una de las más duras: preservar su calidad de vida y seguir ejerciendo su libertad de decidir. Estudia, se organiza, comparte su testimonio, alienta a otras mujeres e impulsa también una ley que en México aún es un tabú: la legalización de la eutanasia. 

El diagnóstico -intimidante y para el que ninguna está preparada- llegó a inicios de 2023: cáncer de mama, etapa 4, agresivo. 

“Me abrumé. Pensé me iba a morir hoy o mañana. Fue un proceso difícil de aceptar”, recuerda.

Un diagnóstico tardío y una negligencia: el médico particular desestimó la bolita que ella percibió en su seno. La mandó a casa con apenas una mastografía. Con la seguridad de que era un “quiste benigno”. Ella decidió acudir al IMSS, como derechohabiente, pero la cita de seguimiento tardó dos meses. Optó entonces por buscar atención y respuestas por su cuenta y viajó a la Ciudad de México para hacerse un estudio clave: PET-CT, que reveló metástasis en cuello, pelvis y retroperitoneo. Su vida cambió para siempre.

El PET-CT es un aparato clave para detectar cáncer en etapas tempranas y evaluar la respuesta al tratamiento. En México, solo hay cerca de 50, informaron directivos de Salud Digna, durante la inauguración en 2023 de un Centro de Diagnóstico Especializado en ofrecer este servicio. Ninguno de ellos en Baja California Sur, el segundo estado con mayor mortalidad por cáncer en el país, además, con solo un Centro Oncológico estatal. 

“Tuve que pagar 42 mil pesos en la primera ronda de gastos, de estudios, la mastografía, el PET, la biopsia, el viaje, hospedaje, alimentación. ¿Cuántas mujeres pueden hacerlo? ¿Qué pasa con las que no pueden?”, reflexiona mientras bebe café. 

Ariadna piensa en sí misma, pero también en las demás, sus compañeras, dice. Porque incluso ella agotó sus ahorros en su atención. Hoy recibe tratamiento en los servicios del estado. 

“No hay dinero que alcance con esta enfermedad”, señala, e insiste en su preocupación por tantas mujeres que deben hacerle frente a este padecimiento complejo, sin los recursos mínimos. 

Y es que el cáncer es una enfermedad que impacta profundamente en la vida de las personas, especialmente de las mujeres. La Organización Mundial de la Salud estima que el 99 por ciento de los casos de cáncer de mama afectan a mujeres. Los hombres apenas representan el 1 por ciento. 

Diversos estudios, incluidos los del Cuerpo Académico de la Universidad de Guadalajara, describen que la mayoría de los pacientes atraviesa el “duelo oncológico”: negación, ira, tristeza y aceptación. La enfermedad sacude a todo y a todos: al cuerpo, a las emociones, a los amigos y familiares.

Ariadna habla como paciente y con la claridad científica que también tiene. Su tipo de cáncer, HER2+ no tiene cura, pero sí tratamiento: le ofrecieron el protocolo “Cleopatra”, con quimioterapias ocho horas cada 21 días. Dos semanas le llevó tomar la decisión. Lo aceptó y soportó quemaduras, llagas, reacciones alérgicas. 

“Llegaba a sacar cita a las 4 de la madrugada para pasar como a las diez. Me salían ronchas hasta en las orejas”, dice mientras su voz tiembla, pero no se rompe. 

Vivir con cáncer en BCS

Después de explicar su cáncer -invasivo y de rápido crecimiento- su proceso doloroso en esas sesiones, habla también de otras mujeres: las que viajan a la capital del estado desde las serranías, desde los campos agrícolas o pesqueros. Las que tienen difícil el acceso a los servicios, concentrados solo en La Paz. 

Por eso alzó la voz y logró que desde el Congreso local se escuchara su historia, que es la de cientos de pacientes en BCS: propuso la adquisición de un PET-CT para la entidad. El costo de estos aparatos oscila entre los 3 y 12 millones de pesos. Para un estado cuyo presupuesto de 24 mil millones de pesos, no es un lujo, incluso uno reacondicionado se consigue por 1.2 millones de pesos.   

De momento, consiguió que aprobaran un punto de acuerdo para exhortar a que el Gobierno del estado, a través de la Secretaría de Salud, adquiera un equipo. Es insuficiente, pero es un gran paso. Lo sabe. Y aún más: es visibilizar el tema. La necesidad de hacer más accesible para todas y todos, el tratamiento contra el cáncer. 

Pero su visión va más allá. Explica que en BCS se debe pensar en fortalecer el sistema de cuidados paliativos, la adquisición de medicamentos, incluso refiere que en países europeos hay unidades móviles que trasladan a pacientes a sus tratamientos y los devuelven a sus hogares. “Aquí también podríamos hacerlo. Es totalmente viable”, afirma. 

Y, sobre todo, Ariadna impulsa, junto a una Colectiva de mujeres en la política, una ley que permita la eutanasia en México. Lo hace desde el amor a la vida. 

«No quiero morir ahora, pero quiero poder decidir»

“No quiero morir ahora, pero sí quiero que, cuando llegue el momento -espero sea muy lejano- tener la oportunidad de elegir. Poder decir yo: hasta aquí”, expresa con seguridad. 

Ariadna ama vivir y por eso sigue luchando. Aprecia el canto de los pájaros que se escuchan bajo los árboles grandes donde ahora se encuentra, del viento en las mejillas, del vaivén de las hojas. 

Le gusta jugar con su perro, celebrar su cumpleaños rodeada de grandes amistades, saludar a un buen amigo que llega a abrazarla a la cafetería mientras conversa, sentada con su vestido blanco y sus aretes del árbol de la vida. 

Aunque por momentos las lágrimas le ganen, habla de sus motivaciones y sus temores, con la misma lucidez y fortaleza con la que defiende el derecho a decidir cómo y cuándo partir. 

“La eutanasia es un tema del que nadie quiere hablar. Yo soy una paciente diagnosticada en cuidados paliativos. No me voy a curar. Puedo mantenerme estable, con buena calidad de vida, y después morir. Pero tenemos que mejorar los cuidados paliativos, el acceso a medicamentos, y cuando todo falle, cuando ya no haya más que hacer, debemos tener el derecho a elegir morir con dignidad”, reitera. 

La trampa del sistema

Solo las pacientes oncológicas en este punto saben lo que pasa por su mente y su corazón en todo ese trayecto de lucha. Ariadna reflexiona y denuncia la trampa del sistema que exige a las mujeres ser fuertes, independientes, pero las abandona en la enfermedad. 

“Vivo sola. No me casé. No tengo hijos. Me dediqué a estudiar y trabajar. Es como una doble trampa. Nos exigieron ser independientes, empoderadas, pero ¿qué pasa cuando ya no puedas valerte por ti misma? ¿Qué pasará cuando ya no pueda trabajar?”, cuestiona. 

Observa que muchos pacientes llegan a las quimioterapias o a los estudios, acompañados por sus familias. Ella muchas veces no. Y sabe que no es la única. 

Por todo ello, está decidida a seguir enfrentando no solo al cáncer, sino a impulsar la creación de la Ley que permita la eutanasia en México. No será fácil -reconoce- pero considera que habrá valido la pena si se logra. 

“Hay compañeras que ya están muy graves, que ya solo quieren descansar. En México la eutanasia sigue siendo un delito y es muy sencillo hablar desde el privilegio de la salud, pero en realidad las personas que padecemos una enfermedad terminal como ésta, no estamos dispuestas a estar sedados todo el tiempo. Eso ya no es vida”, asegura. 

De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública en México, el cáncer de mama, en el nivel temprano, etapa cero, no tiene potencial letal, pero las células cancerígenas pueden diseminarse y se convierte en el principal riesgo para la vida. La clave es la detección oportuna, acceso a diagnóstico y tratamientos especializados con prontitud, y una red sólida de apoyo. 

La batalla por la vida y la libertad

La lucha de ciudadanos organizados en favor del Derecho a una Muerte Digna ha llevado a que siete países en el mundo tengan leyes que lo regulan: Colombia, España, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Nueva Zelanda, éste último fue el primero que llevó la iniciativa a referendo en las elecciones generales de 2020, donde la mayoría de los votantes aprobó la medida.

Para Ariadna, permanecer en una cama de hospital, sedada, sería una agonía, una agresión y una contradicción: “por un lado, te dicen que la eutanasia es un delito, pero te mantienen sedado y te dejan morir lentamente. Eso es mucho más cruel”. 

-¿De dónde te sostienes para encabezar esta otra batalla? 

No duda en responder, pero su voz se quiebra, aunque su ilusión se percibe fuerte.

“De la luz, del agradecimiento a mi gente, de disfrutar cada día, de esto que percibo hoy. De poder estar aquí, bajo este árbol. Yo soy hidrobiología. Por eso para mí lo peor sería estar en una sala de hospital, sedada. Toda mi vida ha sido el medio ambiente. He disfrutado el aire libre. Siempre fui así. Me gustaría tener esa opción  de decidir. Y ojalá me alcance la vida para ver cristalizado este derecho…”

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