El Colectivo Búsquedas por La Paz, creado en 2018 ante la creciente ola de personas desaparecidas, recorre otra vez brechas en esta capital en búsqueda de indicios que ayuden a localizar a sus familiares. Ni el calor ni el dolor los detiene; ni el hallazgo de casquillos, ropa, huesos. Así son las jornadas de búsquedas, en medio de la esperanza y el temor.
Por: Gladys Navarro
La Paz, Baja California Sur., 24 de mayo.- Es domingo por la mañana. Su punto de reunión es la plaza Forjadores en esta ciudad. De ahí seguirán rumbo a la zona donde les avisaron podrían encontrar restos de dos personas, de casi un millar a quienes buscan. Visten de blanco, con sombreros de palma o gorras, con rebozos en su cabeza, cubrebocas, pañuelos en el cuello con el que se limpian el sudor que ya cala en las primeras horas del día. Son los familiares de personas desaparecidas que se organizan para rastrear hasta donde las fuerzas les permiten.
Esta vez llegaron 17. La mayor parte son mujeres, madres, hermanas, esposas de varias personas a quienes se llevaron por la fuerza los que dijeron ser “ministeriales”. No pueden ser muchos más porque hay que cuidarse del Covid, por eso se dividen en grupos de menos de una veintena de personas en cada salida.
Aun con los riesgos, la pandemia no los detuvo. La incertidumbre que cala y el dolor que no termina son aliciente para ir por los arroyos, terrenos baldíos, playas, dunas; a las zonas más alejadas del casco urbano de La Paz.
“Agarramos para donde sea, donde nos digan que vieron algo o que saben de algo”, expresa Gabriel Manríquez, de 22 años, líder del Colectivo Búsquedas por La Paz, quien intenta localizar a su padre y a su madre, ambos desaparecidos. Tenía 17 años cuando denunció la desaparición de su madre Yolanda Elvira Manríquez, en esta capital.
En 2017 Yolanda presuntamente fue llevada por la fuerza mientras se encontraba afuera de su casa en la zona de Las Garzas. Desde esa noche Gabriel no ha parado. Ha sido un ir y venir entre oficinas, marchas, rastreos y reclamos contundentes, incluso ante el presidente, Andrés Manuel López Obrador cuando ha visitado la entidad.
Varillas, herramienta esencial
Como casi siempre va vestido con camiseta blanca con la fotografía de su madre en el pecho y pantalón de mezclilla. Muy temprano sale de su casa y se dirige a la de su abuela, donde tiene resguardada la herramienta que, aunque rudimentaria, -platica– es fundamental para sus búsquedas: palas, picos y varillas, estas últimas que les han resultado efectivas para identificar por medio del olor las zonas donde han encontrado restos humanos, incluso de animales.
“Es una varilla muy sencilla, en forma de cruz y con una especie de gancho que cuando la enterramos y sacamos se trae lo que sea que haya allí o el simple olor. Con eso muchas veces nos damos cuenta que tuvimos búsqueda positiva”, explica mientras avanza el colectivo ya en la zona que rastrearán ahora.
Gabriel prefiere no nombrar el sitio porque quieren hacer varias jornadas. Es parte del protocolo, comenta, para que puedan seguir, dentro de lo cabe, con “seguridad”.
Es un camino largo de terracería, al noreste de La Paz, ya dejaron atrás las colonias, y solo se observan algunos ranchos con construcciones a medias.

“Sí se ve que viene gente para acá porque hay rodadas. No está abandonado del todo como otras zonas que visitamos”, refiere.
-¿Cómo decidieron este punto?
“Nos llegó un aviso anónimo y nos dijeron que aquí estaban dos personas de las que buscamos, una muchacha y un muchacho”.
Martha, la madre de uno de ellos, con sus más de 50 años a cuestas, va nerviosa, muy seria, quizá con un nudo en el estómago.
“Ella es muy risueña, a pesar de todo. Nos motiva eso, pero hoy está muy diferente. Se entiende”, expresa Gabriel.
Avanzan con fe
De la otra joven desaparecida que buscan , sus familiares viven en Estados Unidos, pero en La Paz todos buscan a todos. El Colectivo Búsquedas por La Paz inició sus trabajos formales hacia agosto de 2018, cuando se constituyeron como asociación, orientados por otros grupos de búsqueda de el país, como las rastreadoras de El Fuerte. Desde entonces decidieron llevar un registro de todos los familiares desaparecidos en este municipio: 325 personas desde 2017.
Sin embargo, esta cifra podría llegar a las 800 o 900 personas, porque hay que sumar -narra Gabriel- los casos de otros colectivos de Los Cabos y de otras partes del estado, así como el registro de la Procuraduría General de Justicia del Estado y de la Comisión Estatal de Búsqueda, que difieren.
Familiares todoterreno
Como cada domingo, los familiares avanzan con determinación en el terreno desconocido, con palas y picos y una fe que no se pierde aunque sean varios años de búsqueda de sus hijos, esposos, madres, padres, hermanos o hermanas.
Desde que comenzaron las búsquedas ya organizadas en 2018 han estado ya en el arroyo El Cajoncito, Los Encinitos, en la zona de la “Y” de Todos Santos, incluso han llegado hasta Los Cabos para apoyar al grupo de búsqueda de allá.
El 16 de mayo llegaron a la zona de Península Sur, en unos terrenos baldíos y localizaron una moto escondida, cerca de un lugar de aguas residuales, ahí entre la maleza estaba la moto, pero algunos minutos después llegó quien dijo ser su propietario.

“Se nos hizo muy raro eso”, expresó Gabriel.
El grupo avanza entre anécdotas de búsquedas pasadas, algunos recuerdos de sus familiares y por momentos el silencio domina. Solos pasos y el sonido de las herramientas se percibe.
Los familiares han estado ya en las dunas de El Mogote. Fue hace cuatro semanas. Una jornada cansadísima y lógicamente un sitio demasiado extenso al que tendrán que volver en varias ocasiones más, comentan.
Entre cuevas y abejas
El 10 de marzo localizaron un cuerpo en el kilómetro 7 que lleva a San Juan de Los Planes. Fue en una propiedad privada, en una cisterna. A partir de entonces ahora están buscando en pozos y pilas, con los riesgos que ello implica.
“Hace unos días un compañero se metió hasta una cueva y le picaron las abejas, resultó que era alérgico y lo tuvimos que llevar de emergencia al hospital”, recuerda Gabriel.
En sus recorridos también recuerda que han revisado casas abandonadas, y en algunas zonas y restos de construcción encontraron pintas alusivas a presuntos grupos delincuenciales.
El ambiente en esta jornada se percibe tenso. Como pocas veces, esa llamada anónima dio nombres de las presuntas víctimas y por ello son sentimientos encontrados, cuenta Gabriel que intenta ponerse en los zapatos de Martha que avanza en silencio.
“A veces hemos salido a buscar tan solo por algún sueño que tiene alguna compañera. No importa, queremos señales. Es muy difícil saber para donde agarrar. Aquí además hay tanto monte. Por eso cuando nos dicen algo más claro pues imagínate cómo nos sentimos, queremos encontrarlos, pero no nos imaginamos qué hallaremos”, expresa.
Hazañas en solitario
Los colectivos realizan hazañas en solitario. Lo mismo avanzan por un terreno arenoso que se adentran en la maleza y escarban en pozos. Suben por colinas y en ocasiones saltan cercos con alambre con púas. La mayor parte del tiempo solos y cuando tienen “positivos”, como le llaman a algún hallazgo importante y dan aviso a las autoridades, en la mayor parte de los casos no hay seguimiento.
“Hemos tenido positivos que pueden ser evidencia y no le siguen buscando. La policía no hace excavaciones, somos nosotros. Nosotros le damos la pista, pero hasta ahí queda”, refiere molesto el joven.

Las autoridades comenzaron a darles “protección” durante 2018, algunos elementos de la Policía estatal o ministerial acudían a los sitios, y a partir de la creación de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas, en 2019, la Guardia Nacional los acompaña, siempre y cuando se solicite “con tiempo”.
“Si nos sale un aviso así de inmediato como esta vez, no podemos esperar a hacer el trámite. Nos lanzamos así”, manifiesta mientras siguen avanzando entre terrenos baldíos y casas alejadas uns de otras.
A las autoridades estatales les ha costado admitir el creciente delito de desaparición de personas, como les costó antes de 2017 reconocer un estallido de violencia en Baja California Sur, producto de pugnas entre grupos de la delincuencia organizada. En 2013 todavía el gobernador de entonces, Marcos Covarrubias Villaseñor señalaba que el hallazgo de las primeras fosas clandestinas en esta capital eran “hechos aislados”.
«Tengan palas»
-¿Quiénes los han recibido y qué les han dicho?”
“El procurador me ha recibido a mí, por el caso de mi mamá y papá, pero yo quiero una reunión con todos. El gobernador Carlos Mendoza nunca nos ha recibido, y el secretario Álvaro De la Peña sí, hemos tenido reuniones con él. Una vez nos regaló palas. ¿Imaginas cómo nos sentimos? En lugar de sumarse a las búsquedas nos dicen casi casi ¡tengan, vayan!”
Pero la indiferencia o la indolencia de las autoridades no los detiene, como no lo hace ni el frío ni el calor, ni las épocas difíciles como la pandemia, ni el temor de encontrar huesos, restos de cabello, zapatos, camisetas ensangrentadas, como ya les ha ocurrido.
El Colectivo Búsqueda por La Paz, como precursor sigue su objetivo y aprendiendo de las historias de otros grupos de familiares , desde el noroeste hasta el sureste del país, como los del estado de Guerrero, cuya historia larga de violaciones de Derechos Humanos se refleja en las decenas de colectivos que al menos desde hace 50 años buscan a las víctimas de desapariciones forzadas en la época conocida como Guerra Sucia.

Gabriel lleva cuatro años en búsqueda, primero de su madre, Yolanda Manríquez Pérez, desaparecida en junio de 2017 y luego de su padre, Felipe de Jesús Álvarez García, desaparecido en julio de 2020, a quien se lo llevaron cuando andaba probando un carro que quería comprar.
“Ni el cansancio, ni el dolor, ni los piquetes de abejas, ni el miedo que sentimos nos van a detener. No buscamos culpables, solo queremos encontrar a nuestros familiares”, expresa con seguridad, con la misma con la que encabeza marchas y protestas frente a la Procuraduría de Justicia del estado, junto a su tía Iris Manríquez, hermana de su madre.
Delito que crece
La Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas en BCS tiene un registro de 359 personas reportadas como ausentes, desde 2019 a la fecha, de las cuales 280 siguen sin aparecer. Esta cifra contrasta, reitera, Gabriel, con las que ellos tienen: solo en La Paz de 325.
El delito de desaparición forzada comenzó a registrarse de forma recurrente a partir del estallido de violencia de 2017 en BCS. Ese año las pugnas entre grupos delincuenciales al interior del Cartel de Sinaloa y posteriormente del Cartel Jalisco Nueva Generación dejó un saldo oficial de 610 personas asesinadas. La cifra superó las mil ejecuciones en los cuatro años siguientes.
En La Paz, el Colectivo de Búsquedas contabilizó en 2017 a 44 personas desaparecidas; 2018, 78 personas; en 2019 a 94 personas; en 2020 a 67, y en lo que va de 2021 suman 42, tan solo en esta capital.
“En el grupo cada vez somos más, verdad, desgraciadamente cada vez desaparecen más personas. Se nos unen más y más familiares. Ojalá que las familias no pasaran por esta situación pero así es, ¿y qué podemos hacer? Apoyarnos en el mismo dolor de todos. Es muy importante la terapia, sí, pero para nosotros estos momentos de búsqueda son eso, como que nos sentimos mejor, pensamos que estamos haciendo algo por ellos”, explica Gabriel, mientras sus compañeros casi llegan a la zona marcada.
Y sí, justo allí, hay una construcción de referencia al terminar la brecha larga. Es uno de los ranchos similares a los que dejaron atrás, pero es un terreno cercado, es propiedad privada.

Uno de sus compañeros avisa que encontró algo: son envoltorios de casquillos, dos cajas.
Mientras se aproximan a moverlas con las varillas leen que se trata de casquillos 9 milímetros. Comienzan a tomar fotografías para el registro y llaman al 911 para dar aviso.
Un joven en bicicleta pasa por el lugar y una camioneta roja, a lo lejos se estaciona. «Lleva rato ahí», alguien dice.
El ambiente es distinto a otras búsquedas, murmuran familiares, mientras el joven de la bicicleta platica que “por aquí localizaron hace seis meses una fosa con nueve cuerpos”.
“No nos sentimos cómodos y no llega la policía. Nos vamos a alejar”, señala Gabriel. El grupo comienza a regresar. Casi es mediodía y buscarán un lugar más seguro para conversar y planear cómo volver, otro día. Las búsquedas seguirán…
