Por: Gladys Navarro
La Paz, Baja California Sur.- “¡Hola, bonita!”, le dice con entusiasmo Dulce, una joven enfermera y coloca el estetoscopio en su pequeño pecho, haciendo equilibrio para no caerse por el ajetreo en la ambulancia en la que viajan la recién nacida y su madre para que sean atendidas, luego del parto al amanecer en plena avenida Forjadores.
Se siente la velocidad. Erick, su compañero y colega está de pie y la lleva sostenida del cinturón para que pueda revisar a la niña y a la madre, quienes minutos antes de las seis de la mañana protagonizaron un parto en el asiento trasero de un Toyota Corolla rojo, en la zona de Camino Real, al sur de La Paz.
Se trasladaban desde Todos Santos, con contracciones continuas. Cindy, quien a sus 27 años es madre ya de dos pequeños, luce tranquila y cooperadora mientras la inspeccionan junto a su bebé.
Aún faltan diecisiete días para que se cumpla la fecha estimada del parto, pero la pequeña ya va con su madre a toda velocidad hacia el Hospital Salvatierra.
Desde el volante, Jesús, con 12 años como voluntario y seis manejando las ambulancias, pregunta si todo va bien y no despega la vista de los carros que circulan frente a él. Enseguida avisa para que se agarren de donde puedan: “Va la vuelta”, dice, y la unidad está por llegar a la colonia 8 de octubre en donde se ubica el hospital.
Es el cuarto servicio que les toca atender a los tres enfermeros paramédicos de guardia del Grupo Especial de Rescate y Atención Prehospitalaria (GERAP), que opera en La Paz desde 1999, y es éste quizá de los llamados urgentes más conmovedores.
“Desgraciadamente lo más frecuente que nos toca es ver morir a la gente, pero ver nacer, nos toca muy pocas veces. Ver cómo llega una vida y hacer todo lo posible por que esté lo más segura, es una gran satisfacción”, afirma Erick Espinoza, voluntario del grupo.
Dulce Cota y Jesús Villa coinciden. Aunque han estado atendiendo otros partos en similares circunstancias, en la vía pública, no siempre hay resultados positivos. Así es la vida… o la muerte.
Sin embargo, se les ve contentos; cansados, pero alegres.
El servicio lo iniciaron cerca de las once de la noche del sábado, siete horas antes de que fuesen testigos de la llegada de una pequeña de cabello negro y abundante a las desérticas y cálidas tierras sudcalifornianas. La bebé nació este sábado, cinco días después de la celebración número 481 de la llegada de conquistadores españoles al territorio insular californiano, y dos días antes de los festejos a las madres.
La pequeña es una conquistadora con su sola presencia. Los enfermeros piden permiso para tomarle fotos y no pueden evitar hacerle mimos en el trayecto al nosocomio.
El añejo «foco rojo»
En el arranque de servicio de los voluntarios, el protocolo es sencillo: una llamada o la comunicación vía radio al 066, teléfono de emergencias, para indicar que están listos. Y así lo hacen. El estado de fuerza para la jornada es de cinco unidades, todas ellas de grupos voluntarios. Cinco unidades para atender a una ciudad de más de 200 mil habitantes, que ocupa además los primeros lugares en muertes por accidentes automovilísticos.
La ambulancia está lista. El equipo dispuesto, aunque con mucho trabajo para lograrlo.
Y es que desde el arranque de la jornada, los jóvenes narran la película completa de la situación que enfrenta el servicio de urgencias en la entidad, en La Paz y prácticamente en cualquier municipio de Baja California Sur, con excepción de Los Cabos, en donde el servicio de urgencias se presta en muchos casos con suficientes empresas privadas que colaboran.
Es claro: “gobiernos van y vienen y la situación no cambia. No hay autoridad responsable de prestar el servicio de atención prehospitalaria a la ciudadanía”, expresa el comandante operativo del Grupo GERAP, Juan Lamarque, al acompañar a su grupo en el arranque de la jornada.
Según comenta, sólo Protección Civil de La Paz dispone de un par de ambulancias, pero es insuficiente. Así, un 90 por ciento de los servicios, los cubren los grupos voluntarios: Calafia, Comisión Estatal de Emergencias, Grupo Fenix, Urgencias y Emergencias Médicas y FMR First Medical Response (Primer Respuesta Médica, por sus siglas en inglés).
Horas antes del cuarto servicio -la asistencia a la recién nacida- los voluntarios platican todas las penurias que enfrentan tan sólo para poder conseguir insumos básicos y atender alguna urgencia o de plano diesel para poder mover la unidad.
Sirven como pueden
Las unidades son donaciones provenientes de Estados Unidos, pero ya con una historia de trabajo, por lo que el mantenimiento es costoso y los voluntarios deben hacerle frente casi en su totalidad.
La ambulancia disponible para la guardia que toca llegó del cuerpo de Bomberos de Todos Santos hace cinco años y no deja de dar problemas. Con todo, acuden al llamado ciudadano tan rápido como se puede.
Pero muchas veces los llamados llegan desde las comunidades más alejadas de La Paz, desde la zona norte, desde comunidades rurales, como el kilómetro 70 o cien, y para aquellos rumbos les implica realizar al menos dos horas de trayecto, con los riesgos que implica ya de por sí la carretera.
A pesar de las dificultades, muchos voluntarios logran avanzar, motivarse y adquirir ellos mismos sus equipos básicos, maletas súper equipadas con todo tipo de instrumental para casos de urgencias, pero llegan a tener un costo de hasta 60 mil pesos.
Mientras platican todo esto, la jornada transcurre en relativa calma. Son pasadas las doce y continúan narrando con orgullo sus jornadas. Aún no salen a su primer servicio. Siguen conversando entonces sobre las horas sin dormir, sin comer, las largas esperas en las colchonetas que colocan en el piso de la oficina base, esperando la llamada del Centro de Control y Comando para salir corriendo a ayudar en lo que sea y como se pueda.
La madrugada avanza así con sus historias: las vacas en el camino, las puertas de la ambulancia que intempestivamente se abren, los incendios y choques de algunas unidades, las pedradas que reciben de algún sujeto aficionado a las bebidas espirituosas, y los centenares de llamadas de broma que causan todo, menos eso, broma. Recuerdan una y otra anécdota y con algunas no se aguantan y sueltan la carcajada.
“A la número 60 (ambulancia) se le abrían las puertas y no tenía amortiguadores. A la 120 le teníamos que poner un gallito de gasolina para que encendiera y salíamos con un marro para darle al motor de arranque”, platica Villa, como le dicen sus compañeros, sonriente y relajado.
Pero también llegan los recuerdos desgarradores. La mirada les cambia, los ojos se fijan hacia un punto, como recordando cada detalle de esos momentos en que han sido testigos de una muerte dura, de un menor atropellado, agonizando, o unos adultos gritando porque se calcinan y la situación está totalmente fuera de control para ellos.
En doce o nueve años que tienen sirviendo con la camiseta del grupo voluntario puesta, han visto mucho.
-¿Por qué lo siguen haciendo?
“Para hacer la diferencia entre el odio y el amor”, responde Erick, quien platica que la vida de un voluntario no es fácil, y en La Paz, particularmente, tienen todo en contra para cumplir con su misión.
Todo en contra
Villa y Dulce entonces narran que tienen en contra las distancias, las condiciones del terreno, el clima, la unidad que puede fallar, y muchas veces a decenas de ciudadanos que no apoyan con una conducta racional, simplemente orillándose al sonido de la sirena.
“En muchos de los llamados nosotros tenemos que sacarle la vuelta a los automóviles. Mucha gente no apoya ni con esa parte. Es triste”, dice Villa.
“Muchas personas ignoran que el trabajo de voluntario es totalmente gratuito y nos exigen, nos insultan y nos humillan”, agrega.
“Estamos aquí porque compartimos una pasión, un hobbie caro, una ilusión, un compromiso”, añade Erick.
01:53. Toca el primer servicio, pero al salir de la base y avanzar unas cuadras hay que regresar, pues familiares se llevaron al lesionado. Media hora después suena la alarma y es para el segundo servicio. Al llegar al domicilio indicado se observa a una joven alcoholizada y gritando en una reunión familiar. El caso no amerita el despliegue de la atención de urgencia. Pasan apenas 15 minutos de haber regresado a la base y hay que abordar la unidad otra vez, pues reportan una supuesta caída de un joven en una casa. Al arribar, un señor refiere estar asustado porque su hijo y sus amigos se alcoholizaron y están vomitando. Igual que el caso anterior, se echó a andar el protocolo de urgencia sin requerirse.
Finalmente, hay oportunidad de descansar un rato. Tres horas más tarde, pasaditas las seis de la mañana, la ambulancia avanza a toda velocidad para atender a la recién nacida. Una sorpresa como pocas. Allá van los enfermeros jóvenes con más adrenalina que sueño, preocupados por contar con perillas, sábanas y todo lo necesario para apoyar a la bebé y a su mamá.
“Va la vuelta”, lanza Villa y la unidad ya fue y atendió, y ahora entra a la zona del hospital, bajan la camilla ya con las pacientes, y entonces baja la tensión.
¿Quién va a responder?
Alfonso Gómez de la Peña, subdirector operativo de Protección Civil de La Paz, con 20 años de experiencia en temas de seguridad ciudadana y atención prehospitalaria, refiere que es indispensable por el ritmo de crecimiento de la ciudad, contar ya con un Sistema de Atención de Emergencias; no obstante, señala que existen vacíos legales que han frenado su implementación.
Colaborador también desde hace varios años en el Grupo GERAP, señala que los voluntarios están tan comprometidos con la causa que ellos mismos se encargan de pagar sus capacitaciones y certificaciones que pueden llegar a costar 13 mil pesos.
Ricardo Mejía, capacitador en urgencias de la Secretaría de Salud en BCS, sostiene que constitucionalmente compete a esta dependencia brindar la atención prehospitalaria, pero no existe un decreto que especifique el monto económico que se debe destinar.
Reconoce que es un “foco rojo” que debe ser atendido de inmediato y aplaude la “voluntad de servir” de grupos y asociaciones civiles, entre quienes recae casi en su totalidad la responsabilidad de tenderle la mano a otro ciudadano que enfrenta alguna urgencia.
Atrás quedan, pues, las historias tristes, las incomprensiones, las insuficiencias. Al menos por un instante, mientras se es testigo de una vida nueva.
Por el radiocomunicador avisan de un indigente autolesionado con una pistola de balines. Cambio de ruta y vuelta a la jornada de una guardia matutina que apenas inicia…

