¿El Gober se rajó?
Por: Gladys Navarro
Allá por 2011, poco antes de las elecciones, pudimos lograr una entrevista exclusiva con el entonces candidato a gobernador Marcos Covarrubias, después de un tortuoso proceso de «largas» y «bateadas», de parte de su equipo de Comunicación Social. Poco antes de la elección, tras la insistencia, se logró. A mi compañero enviado especial de El Universal y a mí nos concedieron unos minutos para platicar con el candidato, en su casa, con su familia. Hablaba entonces de sus expectativas de triunfo, estaba confiado, lucía tranquilo. Afirmaba sobre su interés en combatir la corrupción, en promover la transparencia, en las cuentas claras, las auditorías. Y reiteraba: «no soy de los que se rajan». Así respondía a las preguntas en el sentido de una posible alianza con Luis Armando Díaz, entonces candidato del PRD a la gubernatura. No recuerdo el tiempo preciso, pero no pasamos la hora. Esa fue la única oportunidad para hablar con él sin el ajetreo de un acto político. Por esa época, con su sonrisa característica, se definió así mismo como un gobernador «cercano a la gente», «abierto a la crítica» y «respetuoso de la libertad de expresión». A su lado, su siempre fiel equipo de Comunicación Social, liderado por Salvador Salgado Gutiérrez, quien no se separó de él desde la elección previa, en la que Covarrubias ganó la diputación federal, cargo que dejó inconcluso para contender por la gubernatura. Terminamos el momento, vino luego la elección y el triunfo. Un día después de su toma de protesta, el 6 de abril de 2011, presentó a su gabinete, sus cartas fuertes: 38 funcionarios, sólo cinco mujeres, y 20 originarios del municipio de Comondú, sus paisanos. Al término del acto, los reporteros nos enfilamos hacia el mandatario, como es común en el ajetreo reporteril para tomar las primeras impresiones. No admitió mucho. Tras un breve mensaje sobre su confianza en el Gabinete se retiró a su oficina. Apenas alcanzamos a preguntarle si habría posibilidad de una conferencia de prensa. Un “denme chancita” fue su respuesta, y pasados cuatro años, a pocas horas de concluir su administración, muchos de nosotros seguimos esperando esos espacios. Si la memoria no me falla, los encuentros de Covarrubias con la prensa fueron mucho más en el plano de lo cotidiano, es decir, la entrevista de pasillo, la de banqueta, como se conoce, y realmente pocos, escasos, los momentos para abordar con mayor profundidad algún tema, que no es una cosa menor. Tuvo algunas intervenciones en la radio y en la televisión, pero si tuviéramos que contar, quizá sólo fueron una o dos conferencias de prensa donde el gobernador estuvo expuesto a la lluvia de preguntas de toda índole. Lejos de las prácticas cotidianas en otras entidades del país, donde las conferencia de prensa son de lo más normal no sólo para el mandatario, sino para su gabinete. Eso aquí no ocurrió. Pareciera que la estrategia de comunicación social de esta administración, en cuanto a la exposición del gobernador y el manejo del discurso fue limitar lo más posible, esos encuentros. Pocas fueron las veces en que se invitó a la prensa a una gira de trabajo para contrastar el discurso oficial con la realidad. Pero, vamos, ¿quién quiere eso? Es lo que más alejado que tienen de la mente. Pero, en fin. El tema es que no es lo mismo una declaración improvisada, que una reflexión con más profundidad, y en donde el mandatario brinde más argumentos y datos. Fueron muchas las veces en que nos tocó observar cómo el Covarrubias se ruborizaba frente a temas que desconocía o que de plano no entendía, al menos esa era la percepción. Y entonces lanzaba un “denme chancita, ¿no?”, “este tema no lo traigo en el radar”, “más al ratito, amiga”. Y si no había rubor, había una pretensión de bajar la guardia reporteril con una sonrisa y una mirada, un chascarrillo, o una seña de su vocero. En varias ocasiones, el gobernador saliente estuvo en “aprietos” para responder. Especialmente cuando se le preguntaba sobre temas nacionales con repercusión en el estado. Entonces volteaba a recibir indicaciones de su jefe de prensa. Lo necesitaba allí. Al menos eso parecía. Covarrubias no se caracterizó por un carácter fuerte o grosero con los periodistas, si comparamos con las agresiones directas que mandatarios han tenido hacia compañeros del gremio en otras entidades; sin embargo, se advirtió que había una preocupación real de su equipo por cuidarlo al máximo en términos de comunicación. ¿Fue entonces una “apertura” simulada? Sigamos. Covarrubias no se distinguió por estar actualizado de los temas del momento, por dominar datos duros y poder hacer referencias, o saber salir del paso a preguntas difíciles. Apelaba más bien al carisma y la estrategia que su equipo tejió desde el arranque, tendiente a no permitir que se generara un clima hostil y poder sobre llevar los cuatro años y medio. No con todo el gremio se logró. Así, pues, transcurrió su administración, en donde no faltaron los escándalos de corrupción, el fallido caso Narciso Agúndez, los señalamientos eternos sobre su secretario de Finanzas, Antonio Ramírez Gómez, las reformas y sus repercusiones, el conflicto educativo, la crisis por Odile, el controvertido programa de pavimentación, en fin, toda una administración en donde pareciera que la prioridad, más allá de apegarse a aquel primer discurso del gobernador que hablaba de la transparencia y la cercanía, era cuidar su imagen. Desde luego, ésta es una función primordial del equipo de Comunicación, pero se perdió en el camino de las banalidades y relaciones públicas, en donde se le dio un mayor peso a ello, que a la necesidad de generar espacios para hacer ver a un gobernador que destacara por su inteligencia o por su audacia, por la necesidad de capacitarlo para hacerle frente a preguntas duras, para emitir discursos efectivos, dejando de lado cursilerías o trivialidades, lo protegieron tanto de no hacer el ridículo, que terminaron eclipsándolo y sin destacar a nivel nacional por alguna declaración fuerte, coherente o de impacto. Todavía, en el último tramo, en la última oportunidad de presentar a un gobernador serio, consciente e inteligente, podemos advertir que su equipo de Comunicación armó una estrategia que causó un efecto contrario en un amplio sector de la población. En un contexto complicado, marcado por la violencia desatada en La Paz, en donde alguna parte importante de la ciudadanía podría estar esperando un mensaje sensible del mandatario, optaron por evadir el tema de las víctimas de la violencia y centrar los focos de atención en el padre de familia, amado por sus hijas, que cierra un ciclo, pero que no fue capaz de articular en el último momento, por sí mismo, un mensaje genuino entorno a un tema importantísimo como el de seguridad. Una gran falla en la estrategia de comunicación. Así, pues, el gobernador se está despidiendo de esta administración, conducido y aconsejado, o malaconsejado, y protegido, sin duda, hasta el último momento de aquellas preguntas que incomodan, dejando pasar la oportunidad de un mayor crecimiento como político, como gobernante y como ser humano. En la oficina de Comunicación siguen, pues, las peticiones añejas de entrevistas y conferencias… Veamos el plan de los que siguen… Hasta otro momento.
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